Una vive muy tranquila cuando su bebé no gatea ni anda. Puedes permitirte el lujo de ducharte, acompañada, eso sí, pero sabiendo que tu pequeño no va a moverse de ahí.
Sin embargo, cuando un bebé descubre que empieza a ser independiente, y no hay nada como empezar a caminar para sentirse libre, es el fin de tu tranquilidad. Yo lo viví en dos ocasiones con cierta normalidad; quizás fue un poco más estresante con mi segundo vástago, que tenía un punto kamikaze pero que, por suerte, no tiene el don de la destreza a nivel físico.
Cuando un bebé descubre que empieza a ser independiente, y ya no hay nada como empezar a caminar para sentirse libre.
Sin embargo, con mi tercer hijo, esto ha sido “el no va más”. Resulta que un día echó a andar, vamos, lo normal. Pero a las pocas semanas descubrí que mi pequeño bien podría ser retoño del mismo Spiderman. Sí, de repente vi que tenía un bebé ágil, algo que no me había ocurrido anteriormente. Y entonces entré en un sinvivir que no me permite alejarme a más de tres metros de él. Porque cuando lo hago, no sólo no sé dónde puede estar sino que tengo la certeza de que la mayoría de las veces, estará a una altura considerable del suelo. Y eso, aunque yo ya esté curada de espanto, me inquieta un poco.
Lo mismo escala y llega a la mesa de la cocina si intuye que por ahí hay algo interesante para llevarse a la boca, que se sube a la tapa del váter para ver cómo me maquillo o me lavo los dientes. Por supuesto, sillas, sofás y camas están completamente dominados, que llevan directamente al niño a un estado de felicidad y a mí me trae por la calle de la amargura.
Pero esto es lo que hay, ¿quién dijo que el tercero se cría solo?